El acoso escolar (también conocido como bullying) se define como las intimidaciones o agresiones, que se producen de forma reiterada, sistemática y durante un tiempo prolongado hacia un niño o niña por parte de uno o más compañeros.
Las agresiones pueden ser de carácter físico (bofetadas, golpes, patadas, pellizcos, empujones, abusos), psicológico (intimidación, ridiculización, burla, amenaza, hostigamiento, acoso a la salida del centro), verbales (amenazas, insultos y motes, menosprecios en público, difusión de rumores, comentarios ofensivos) y de exclusión social (ruptura de la comunicación con su grupo, manipulación social).
Generalmente, los niños o adolescentes que sufren acoso escolar lo suelen hacer en silencio, por miedo a las represalias de los agresores si lo cuentan, por no saber dónde acudir o por temor a que no les crean y ser rechazados. Es fundamental que los adultos de su alrededor (familias y personal del centro) creen un clima de apoyo y confianza para que el niño o adolescente comunique lo que está pasando. Además, los adultos han de estar atentos a las señales que pueden estar informándonos de que el niño o adolescente está sufriendo acoso escolar:
La intervención debe desarrollarse a nivel global, estableciendo un protocolo de intervención por parte del centro escolar y con la implicación absoluta de las familias, tanto de la víctima, como de los agresores. Además, el profesional de la psicología puede intervenir dirigiendo todo ese proceso y actuando de cara a mejorar las consecuencias negativas a nivel psicológico que pueda presentar la víctima.