Misión: Rabietas. Trucos y Consejos Para Manejarlas de Forma Respetuosa

Misión: Rabietas. Trucos y Consejos Para Manejarlas de Forma Respetuosa

La crianza es un viaje que se ha de realizar al lado de nuestros hijos, acompañándoles y guiándoles. Si vemos la educación de nuestros hijos considerando únicamente nuestro modo de pensar como adultos, nos dejamos la otra mitad. Para abordar de un modo adecuado las rabietas y permitir que esa fase de paso a un niño con autoestima alta y seguro de sí mismo, hemos de verlas como lo que son: un paso más en su desarrollo, vital para su aprendizaje y la formación de su personalidad.

Como padres, siempre buscamos lo mejor para nuestros hijos. Les queremos por encima de todo y es normal que nos preocupemos por darles una buena educación. Uno de los temas que más nerviosismo e inquietud produce en la mayoría de las familias, es el manejo de las rabietas. Muchas personas entienden las rabietas como una forma de rebeldía por parte de los hijos, como un intento de “tomar el pelo” o “poner a prueba” a sus padres. Pero, ¿qué es realmente una rabieta? ¿puedo hacer que desaparezcan? ¿cómo debería actuar cuando se produce esa situación?  A lo largo de este artículo, comentaremos diferentes puntos que os pueden ayudar a entender y manejar de una forma efectiva y respetuosa, las rabietas de vuestros hijos. ¿Te interesa? ¡Sigue leyendo!

¿Qué es un rabieta?

Cuando nacemos, nuestro principal objetivo no es otro que sobrevivir. Los bebés humanos, a diferencia de otras especies cuyas crías se valen por sí mismas desde el momento del nacimiento, llegamos a este mundo completamente indefensos y vulnerables. Para que nuestras necesidades más básicas (higiene, sueño, contacto físico, alimentación) puedan ser satisfechas, la naturaleza nos “apega” a las personas que nos cuidan. Por ello es importante que los niños llamen nuestra atención o nos reclamen (mediante el llanto, que es su única forma de comunicación en ese momento) cuando no estamos cerca… ¡si no lo hicieran, sus posibilidades de sobrevivir se verían muy reducidas!

Alrededor de los 2 años, la autonomía de un niño ha aumentado considerablemente. Se desplaza solo, come casi de todo, se comunica mejor con nosotros, etc., por lo que su supervivencia está más garantizada. Como ese objetivo ya está bastante encaminado, la naturaleza nos prepara para una nueva misión: ser independiente. ¡Qué importante es tener autonomía e independencia! Si no lo conseguimos, ¿cómo sobreviviríamos una vez nuestros padres no estén? ¿cómo crearíamos una familia propia? ¿cómo podríamos trabajar y mantener un hogar?

Esa independencia, tan necesaria y positiva para nosotros, la vamos adquiriendo progresivamente. Roma no se construyó en un día. A los 2 años, los niños sólo han comenzado a dar los primeros pasos en este largo camino. ¿cómo hace el niño para manifestar su independencia? La respuesta es sencilla: diciendo NO. El niño necesita desarrollar su propia identidad, la idea de que es alguien diferente a los demás, una persona concreta y única. Sin embargo, como es tan pequeño, aún no sabe muy bien quién es, por lo que su única estrategia para manifestar su independencia y construir su personalidad es negar al otro, llevarle la contraria.

Eso es una rabieta: una primera manifestación de que el niño se está haciendo mayor, que está aprendiendo que es una persona diferente a sus padres, y, por tanto, puede querer, desear y hacer cosas diferentes. Una rabieta es la prueba de que el niño está madurando psicológicamente y de que está aprendiendo a comprender quién es. En palabras de Rosa Jové, “negando al otro empieza a expresar lo que él no es, puesto que aún no sabe realmente lo que es”.

Una vez entendemos qué es realmente una rabieta, podremos abordar su manejo de una forma más positiva y respetuosa.

Mejor prevenir que curar

Si has leído y comprendido el párrafo anterior, comprenderás que no sólo es imposible que las rabietas no aparezcan, sino que es conveniente que estén ahí. Recordemos que es una fase que le permite desarrollar su identidad. Sin embargo, y aunque esto es así, podemos reducir la frecuencia de las rabietas siguiendo estos consejos. ¡Presta atención!

  1. Permite que realicen elecciones frecuentes: no se trata de que puedan hacer lo que quieran, pero seguro que podemos encontrar oportunidades para que manifiesten sus preferencias. Por ejemplo, permitir que escoja una fruta de entre dos disponibles (¿te apetece pera o manzana?), o el abrigo que se pondrá ese día, etc.
  2. Evita la palabra “no”: en lugar de decirle “no pintes en la pared”, puedes decirle, “mira, puedes pintar mejor en esta hoja”. Intenta formular tus frases de una forma “positiva”, es decir, que no conlleven “negación”. Tu hijo lo entenderá mejor y, además, te obliga a buscar alternativas adecuadas a una conducta inadecuada.
  3. Anticípate a los problemas: muchas veces las rabietas aparecen cuando existen cambios repentinos, sobre todo cuando cortan una actividad que al niño le gusta mucho. Dale claves para que aprenda a autorregularse y a aceptar progresivamente los cambios (por ejemplo, en lugar de decir de repente, “nos vamos a casa” mientras está jugando en el parque, negocia con él, “te tiras tres veces del tobogán y nos vamos a casa, ¿de acuerdo?”).

Y CUANDO SE PRODUCE LA RABIETA, ¿QUÉ HAGO?

Si se produce esta situación, es conveniente que, ante todo, recuerdes que tu hijo no te está desafiando, ni tomándote el pelo. El proceso de formar la propia identidad es duro y lento. Los hijos se ofuscan porque quieren una cosa, sus padres quieren otra, el niño tiene sentimientos ambivalentes (“quiero a mis padres pero ahora les odio”), y todo ello es, simplemente, demasiado para un niño tan pequeño, por lo que muchas veces explotan y se desbordan emocionalmente. ¿Qué podemos hacer una vez la rabieta ha aparecido?

  1. Mantén la calma: fácil de decir y difícil de hacer, ¿verdad? Por supuesto, nadie ha dicho lo contrario. Aunque estemos enfadados, dolidos o nerviosos por lo que está pasando, debemos ser un referente de calma para nuestro hijo, por lo que nos mantendremos de la forma más neutra posible. Muchos padres intentan razonar con sus hijos en este punto: esto tampoco es buena idea, porque el niño en ese momento no es capaz de escuchar, necesita retomar un poco de control para poder hacerlo. A algunos padres les ayuda recordar cuál es el verdadero sentido de una rabieta (la búsqueda de la independencia), eso les hace ser más comprensivos y flexibles cuando una situación así se da.
  2. Ignora los comportamientos inadecuados, fomenta los adecuados: siempre y cuando el niño no esté haciendo nada peligroso para él o los demás, es conveniente no prestar atención a las conductas inapropiadas (tirarse al suelo, chillar, etc.). Si le brindamos atención ante esas conductas, eso puede provocar que el niño aprenda a realizar esos comportamientos cuando quiera tu atención. Hemos de advertirle que si se pone así no podemos entenderle y que esperarás a que se calme un poco para poder hablar. Si el niño realiza intentos de acercamiento físico hacia ti, no le rechaces… ¡está intentando arreglar la situación!.
  3. No te vayas de su lado: puede parecer una tontería, pero el hecho de “dejarle solo para que se calme” no es buena idea (el niño lo puede interpretar como un abandono). Aunque no prestes atención a sus conductas inadecuadas, hazle saber que estás ahí cerca y que le quieres aunque no estés de acuerdo con lo que ha hecho.
  4. No te adelantes a lo que pueda pasar, y no hables de la rabieta una vez ha pasado: no es conveniente decir cosas como “ya verás, como sigas así la vamos a tener”, o “¡no puedo creer cómo te has puesto antes en el supermercado! ¡eso no se puede consentir!” Las rabietas son una fase evolutiva y no podemos evitar que aparezcan. Aprovechemos las oportunidades que nos dan para enseñar a nuestros hijos estrategias emocionales más adecuadas, y dejémoslas pasar una vez han pasado.

 

La crianza es un viaje que se ha de realizar al lado de nuestros hijos, acompañándoles y guiándoles. Si vemos la educación de nuestros hijos considerando únicamente nuestro modo de pensar como adultos, nos dejamos la otra mitad. Para abordar de un modo adecuado las rabietas y permitir que esa fase de paso a un niño con autoestima alta y seguro de sí mismo, hemos de verlas como lo que son: un paso más en su desarrollo, vital para su aprendizaje y la formación de su personalidad. Pongámonos en su lugar, respetémosles y ayudémosles a convertirse en las grandes personas que pueden llegar a ser. Seguro que, como padres, lo hacéis muy bien.

 

Bibliografía

Jové, R. (2009): La Crianza Feliz. Cómo cuidar y entender a tu hijo de 0 a 6 años. Ed. La Esfera de los Libros (6ª ed.)

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