Los miedos son normales y habituales en la infancia y probablemente tengan un valor adaptativo para la especie, dado que las sensaciones desagradables que acompañan a esta emoción pueden cumplir su función de supervivencia (los niños no se acercarán a animales porque les dan miedo, no entrarán en sitios oscuros, no saldrán con tormenta…).
Sin embargo, aunque muchos miedos son evolutivos y propios de unas edades determinadas (pasándose conforme el niño crece y madura), en algunas ocasiones el miedo se convierte en desadaptativo, resultando paralizante para el niño, que sufre mucho.
En estas ocasiones, los miedos bloquean al niño y alteran su funcionamiento normal, interfiriendo en su vida cotidiana (en el sueño, en la escuela, en su vida social o familiar…).
La tendencia natural del miedo infantil es ir desapareciendo de manera progresiva conforme el niño va madurando. Sin embargo, en algunas ocasiones esto no sucede y podríamos hablar de miedos patológicos, que requieren de atención psicológica porque podrían considerarse un problema de ansiedad.
Además, si consideras que el miedo de tu hijo puede haber aparecido tras una situación determinada, como puede ser un accidente, la muerte de un ser querido, atravesar una enfermedad, etc., sería conveniente solicitar ayuda.
Establecer la línea que separa la normalidad de la patología en relación a los miedos resulta en ocasiones confusa; sin embargo, una adecuada evaluación teniendo en cuenta la edad del niño, aquello a lo que teme, la intensidad, frecuencia, la interferencia en los distintos ámbitos de su vida y las circunstancias que lo envuelven podrían tener la clave.
Tu hijo podría presentar algún problema de miedo infantil que requiera ayuda psicológica si:
– El miedo ha aparecido súbitamente después de alguna circunstancia concreta (por ejemplo después de ir a casa de alguien, de haber tenido una situación desagradable con un animal, tras haber visto una película de miedo, haberse quedado encerrado en un ascensor, haber estado ingresado en el hospital…).
– Tu hijo tiene mucho miedo a un objeto o situación concreta (animales, tormentas, petardos, payasos, máscaras, colegio, médicos, extraños, estar fuera de casa, oscuridad…), hasta tal punto de que le interfiere en algunos aspectos de su vida (en el sueño, en las relaciones sociales, en el colegio, en conocer gente nuevo, ir a cumpleaños…).
– Cuando tiene que estar cerca de aquello que tome o existe la posibilidad de que eso suceda, sufre mucho y tienes que tomar medidas para evitarlo.
En primer lugar, la psicóloga infantil evaluaría si estamos ante un miedo evolutivo, es decir, propio de la edad de desarrollo del niño (y por tanto que no requiere intervención psicológica) o, por el contrario, el miedo es desadaptativo, intenso y persistente y repercute de manera negativa en el desarrollo del niño o en distintos aspectos de su vida.
Si este fuera el caso, a través de la evaluación, el profesional detectarás las necesidades del niño (cuál es el problema, por qué se sigue manteniendo en la actualidad) y trabajaría con el niño y con la familia para abordar dicha problemática, ofreciendo estrategias que permitan superar el miedo.
– Los miedos más frecuentes incluyen el miedo a la oscuridad, al colegio, a los animales, al médico, a caerse o hacerse daño, las tormentas y fuegos artificiales, dormir fuera de casa, al agua o a hacer cosas nuevas.
– Los miedos infantiles están presente en todos los tiempos y culturas, por lo que su explicación debe tener un componente adaptativo para la especie.
– Algunas explicaciones indican que los miedos infantiles tienen relación con los patrones familiares: aquellos padres con más tendencia a la ansiedad o a tener miedos suelen tener hijos más miedosos.